miércoles, 24 de febrero de 2016


Luis Seco de Lucena Paredes, arabista

Los SECO DE LUCENA   (3) publicado en Jornadas de novelas históricas en Granada
http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.com.es/2015/12/los-seco-de-lucena-3.html


“Don Luis, catedrático. Don Luis, director de estas jornadas, Don Luis, conferenciante. Don Luis, multiplicado”*. Aunque parezca poco factible, le faltan aún más calificativos a Don Luis, pero pensándolo bien de cada una de estas palabras derivan las otras: el incansable investigador, el amante de la música, el buen amigo de sus amigos,  por supuesto el profesor, esposo y padre de familia, y por último mi abuelo.

Nace en Granada justo al empezar el siglo, en 1901. Es hijo del famoso periodista con el que comparte nombre y apellidos y sobre todo, su ilusión por ver Granada propulsada a lo alto de la cima. La influencia de la fuerte personalidad paterna sobre el joven Luis se puede medir en su incursión en la prensa a sus 13 años, pues junto con unos amigos editan un semanario titulado La Libertad, en sus columnas como articulista en La Publicidad, en El Defensor, en la Gaceta de Sur en los años 1924-1925, y más adelante utilizándola como medio para su labor en pro de la defensa de Granada artística y la divulgación de lo que yo llamaría “su gran Obra”, su investigación sobre la historia política y cultural del Islam español. Es curioso el paralelismo que existe entre su propia vida y sus éxitos laborales basados en esa laboriosa investigación: dos enormes puzzles a los que en su debido momento se dispondrá a colocar una pieza tras otra hasta completarlos.

Al tener un carácter independiente se mostrará seguro al comunicarle a su padre, que veía en él un digno sucesor, su decisión muy joven aun, de lanzarse a por la cátedra de lengua árabe de Granada y es que al irse a preparar el doctorado a Madrid conoce a, Ángel González Palencia, a Emilio García Gómez, a Menéndez Pidal, a Manuel Gómez Moreno y a Miguel Asis, siendo este último el que le va a dar sin saberlo, la clave que le abrirá la puerta de la investigación, al comentarle la presencia de documentos árabes tanto en conventos y monasterios granadinos como en la misma universidad. En su interior existe una clara inclinación hacia el estudio como reflejan sus excelentes calificaciones en el colegio, en la universidad, donde termina Filosofía y Letras con calificación de premio extraordinario (1923) y finalmente en sus estudios en Madrid culminando el doctorado con un sobresaliente (1941), redactando su Tesis doctoral “Ibn Hazm al-Andalusi: libro del Naqt al-Arús”, traducción española con notas y estudios. Pero antes de llegar a esta fecha, Luis va a ser profesor en Granada (1926) donde se le nombrará “profesor especial del Instituto”, y sucesivamente en Morón de la Frontera, enviado en comisión de servicios, en Jaén y finalmente volviendo a Granada al estallar la guerra impartiendo clases en el recién inaugurado Instituto femenino Ángel Ganivet. Paralelamente a su trabajo de profesor, fue funcionario del ministerio de Trabajo llevando a cabo las mediaciones en los problemas laborales que podían surgir en lo que se denominaba “los jurados mixtos”. Al terminar la contienda se entera por el Boletín Oficial del Estado, que la Alta Comisaría de Marruecos solicita un profesor que supiera hablar árabe y que asesorara en materia de enseñanza marroquí al alto comisario, y sin pensárselo dos veces se traslada por un periodo de 2 años a Tetuán. Sin embargo, sabe que su futuro está en Granada y en 1941 al quedarse vacante la plaza de cátedra de árabe de la universidad de Granada, se lanza a por ella mediante el riguroso proceso de las oposiciones, y finalmente cumple con el sueño de volver a su ciudad natal, ocupando ese puesto junto con el de la dirección de Escuela de Estudios Árabes, hasta su jubilación en 1971.

A lo largo y a lo ancho de todos los días que llenaron estos 30 años frente a su cátedra, el incansable Luis trabaja en el gran desafío que constituye sacar del olvido documentos llenos de polvo y nunca estudiados que representaban la raíz para el profundo conocimiento de una cultura que llegó a su apogeo en Granada, para finalmente dejarnos lo que tituló Cristobal Torres Delgado “El profesor Seco de Lucena y su huella en la historia medieval”. Basta con consultar su bibliografía (que he recogido en lucenacenseblogspot.com) para darse cuenta de la envergadura de su obra. Gracias a ella conocemos por ejemplo, con certeza, la fecha de la batalla del Salado (revista Al-Andalus); también, aporta informaciones nuevas sobre las expediciones del Condestable Luna y de Juan Castilla II (Revista del Instituto Egipcio de Estudios); levanta el telón que oscurecía la información corrompida por el paso de los años acerca del verdadero nombre de la madre de Boabdil (Abu Abdallah Muhammad); sobre la poesía del occidente europeo (Orígenes del orientalismo literario), y el estudio de tres romances fronterizos publicados en el Bulletin Hispanique des annales de la faculté des lettres de Bordeaux (1959); y, deshace errores transmitidos de generación en generación acerca de las actuaciones y manejos políticos en la corte de los sultanes (Los Abencerrajes. Leyenda e Historia);  La variedad de los lugares en la que publicaba el resultado de sus trabajos da una clara visión del reconocimiento del que gozaba, pero lo que de manera contundente aclara el deseo que albergaba Luis de llevar sus conocimientos a las cuatro esquinas del mundo, son sus repetidas y sonadas conferencias en lugares tan diversos como: Canadá, Inglaterra, Italia, Alemania, Francia, Marruecos, Suiza, Egipcio, y Rusia a la que no pudo acudir por sentir en el tren que lo conducía hacia allá, los primeros síntomas del cáncer que se lo llevó. También por el mismo motivo acudió a multitudes de ciudades españolas: Madrid, Valencia, Córdoba, Sevilla, Málaga, y por supuesto Granada, etc…

Sus viajes por el territorio español no sólo son debidas a sus conferencias, sino que también a las sesiones Hispano Musulmanas de las que fue director y se organizaron sucesivamente en Madrid, Córboba, Sevilla, Toledo, Granada, Valencia y Murcia.

Sin lugar a duda todas estas actividades contribuyeron a la difusión de sus estudios, a facilitar el encuentro y la puesta en común de los resultados de la investigación llevada a cabo por los historiadores que en aquella época se dedicaban al estudio del Islam. Y por esa preocupación para que no se quedara su propia investigación y las del grupo de amigos que le rodea en el olvido, sino más bien todo lo contrario, buscando la posibilidad de reunir y contagiar a otros en sus investigaciones, lo lleva a fundar con el catedrático de lengua hebrea de la UGR la revista científica titulada “Miscelanéa de Estudios Arabes y Hebraicos” de la que fue también director.

Lo curioso de su perspicaz personalidad se observa también mediante la lectura de los artículos que él escribía al regreso de sus viajes en el extranjero, como en dos ocasiones, una durante su viaje a Colonia y otro durante su viaje a Nueva York. Relata a su vuelta (1953) de Alemania la emoción que le causa haber avistado los destrozos de las ciudades que hubo de atravesar en su periplo con el fin de asistir al Congreso Orientalista de Bonn, siendo el único español invitado por la Sociedad Alemana de Estudios Orientales. Esclarece no obstante, que aquellos destrozos se localizan en las grandes ciudades y no en los pequeños pueblos como Zons, “que pasaron al lado de la hecatombe”. ¡Sin embargo y lo que más admira del pueblo alemán, es como en aquella Alemania 10 años después del final del conflicto mundial, con las cicatrices y mutilaciones a simple vista, existen seminarios de Estudios Orientales en la mayoría de sus universidades! De su viaje a Estados Unidos nos cuenta, entre otras cosas, un detalle que ocurrió durante su larga travesía, la exposición de un español en pleno océano Atlántico.  En efecto, embarcó junto al matrimonio Seco de Lucena (Luis y María) el pintor García Iranzo y de forma totalmente espontánea, se organiza la exposición de sus obras a bordo del transatlántico. Sin lugar a duda le hierve la sangre del periodista que fue su padre, y aprovecha la ocasión para escribir unos curiosos y simpáticos artículos. También aprovechó sus veraneos en el pueblo de Los Bérchules en  las Alpujarras para por una parte alabar la variedad de sus paisajes, la frescura de sus riachuelos, que contrastan con las ariscas montañas alternándose uno con otro, y por otra parte, la excesiva falta de comunicación que le impide dar salida a sus productos.

De su participación en congresos nacionales e internacionales le llegaran números premios y condecoraciones españolas y extranjeras como la que le concede el gobierno de la RAU (Repúblicas Árabes Unidas): la placa de oro de primera clase de la orden del Nilo, una de las más altas condecoraciones egipcias. Recibe también el premio Luis Vives en 1958 por sus méritos como investigador. Y el mismo año, recibe la beca de la fundación March que le otorga una ayuda de 50.000 pesetas para su investigación sobre la civilización hispano musulmana del siglo XV. Pero también se le premiará por parte del ministerio de Educación Nacional con la Encomienda de número de la Orden de Alfonso X el Sabio en 1964.

Él tuvo la inmensa suerte de atravesar, saliendo ileso, una guerra civil que mermó la Granada intelectual de aquella época y es importante encajar su obra con las dificultades y las limitaciones y presiones propias del régimen político durante el que desarrollo su actividad profesional. Por supuesto marcaron los límites a su investigación, sobre todo en la forma de tratar los temas elegidos de entre el legado de su padre. Y es que, dedicará horas y horas a clasificar la abundante correspondencia de su padre para poder llevar a cabo estudios y publicaciones como el que dedicó a José Zorrilla, a Isaac Albéniz o a Angel Ganivet, este último siendo el más profuso por la cantidad de información que poseía ya que fue amigo íntimo de su tío Paco, hermano de su padre. Difundió la obra de Ganivet, procurando dar las informaciones más fieles posibles, a través de unas conferencias que dio en el territorio español. Pero ahí no se quedaron sus esfuerzos ya que traspaso nuestras fronteras, y en 1967, en Roma, en el instituto español de lengua y literatura organiza otra conferencia aprovechando el centenario de su nacimiento. Se quedará con las ganas de realizar un estudio sobre el poeta García Lorca ya que la coyuntura política seguía siendo desfavorable, y es curioso cómo le seguía preguntando a sus hijos mayores a la hora de la comida, como el que no quiere la cosa, si el profesor de literatura le había hablado de García Lorca mientras interrumpía la lectura diaria de las poesías del poeta que daban “música” al almuerzo.

Dedicaba Luis sus ratos libres a sus amigos, a su familia, a su esposa, y a la música. Disfrutaría mucho al aceptar la secretaría del patronato Cátedra Manuel de Falla de la Universidad de Granada que ofrecía concierto en el aula magna de la facultad de medicina a partir del mes de noviembre. No sólo intentaba traer a Granada grandes orquestas sino que también promovió las mejoras en cuanto a las instalaciones como por ejemplo la adquisición de un piano de cola. Paralelamente a aquella misión es designado en 1954 miembro del Comité del III festival de música y danza de Granada, pasando en 1962 a ocupar el cargo de comisario del festival hasta el año 1970. Destacan de estos años su figura como propulsor de estos festivales culminando en su último año con una programación de la que destaca la de Andrés Segovia en el mismísimo patio de los leones de la Alhambra. Pero también es menester comentar la presencia e incorporación en la programación anual de los coros de la provincia, como los niños cantores de Guadix, en colaboración con la Orquesta Nacional. Y por último, pero no menos importante, cabe nombrar aquello que en este año 2015 cumplió su 46 aniversario: los cursos Manuel de Falla, última aportación de Luis Seco de Lucena al festival. En 1970 se inauguran con 30 becarios, críticos musicales y profesores de música, con una duración de 10 días.

Y ya llegamos al final de esta corta biografía pero queda aún un punto indispensable por recalcar ya que le ocuparía mucha parte de su tiempo, y sobre todo lo hizo como deber de cualquier granadino que se ve afligido por el continuo destrozo de la armonía arquitectural de la ciudad. Publica en los cuadernos de Artes de la UGR, un estudio en el que describe aquellos monumentos que han ido desapareciendo a lo largo de los siglos, incluyendo los últimos baños árabes del estropeado barrio de los Alfareros, en 1968, conocido por El Realejo. Publicó más de 30 artículos en la prensa exhortando a que se aplicara la ley con el fin de proteger y evitar que  se perdiera para siempre el encanto y la armonía del paisaje granadino, dedicando varios de ellos a la Vega. Publicó con la Caja de Ahorros en cuaderno alabando los famosos Cármenes granadinos cuya denominación es intrínseca a las casas de esta ciudad.

Y para terminar con una anécdota hemos de remontar a 1986 en clase de español en un instituto de París donde la que os habla se quedó muda al ver agitar el libro de su abuelo en la mano de su profesora de español, que nos anunciaba, que esa era por entonces la mejor guía para acudir de turismo a Granada. Una guía que fue traducida a 4 idiomas y con varias reediciones. A esta guía añadiremos los libros de La Alhambra y del Albaicín que tuvieron también una gran acogida.

Luis fue, como el recién fallecido y alumno suyo Emilio de Santiago, o como sus amigos Domingo Sánchez Puerta, Jesús Bermúdez, Alfonso Gámir,…, lo que se denomina un “auténtico anfitrión” para realizar una visita deliciosa por la Alhambra y el Generalife. Por ello fue propuesto por Manuel Gómez Moreno y Leopoldo Torres Balbás (con el que mantenía una intensa correspondencia sobre temas Alhambreños después de que dejara el cargo de arquitecto del monumento) como académico correspondiente de la Real de la Historia de Madrid en 1959, (ya lo era de la de Bellas Artes de Granada desde 1951), cuando, para los granadinos, la Alhambra era nuestra segunda casa por la que paseábamos buscando duendes los fines de semana.




Francisco (Paco) Seco de Lucena, abogado y periodista

Los SECO DE LUCENA   (2) publicado en Jornadas de novelas históricas en Granada
http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.com.es/2015/11/los-seco-de-lucena-2.html


Francisco (Paco) Seco de Lucena nació en Puerto Real, provincia de Cádiz, a finales del año 1869. Cuando cumplió 7 años la familia entera, formada por los tres hermanos Luis, Paco, Ángeles y la madre, Doña Manuela (viuda de Manuel Seco Escalada), se trasladó a Granada. Francisco, por entonces Paquito, por las mañanas, al regazo de su madre, maestra, aprenderá los conocimientos necesarios que le llevarán a ingresar en el único instituto con que contaba Granada en esta época.

En cambio sus tardes eran bien distintas, se reunía con Luis, 13 años mayor que él, en la redacción  del periódico El Universal del que era director. Nos cuenta Francisco Gil Craviotto que entre los numerosos artículos de despedida publicados a Paco el día de su muerte destacan las palabras del periodista Juan Pedro Mesa de León “¡Cuantas veces lo tuve sentado sobre mis rodillas en aquella inolvidable redacción de la calle Navas!”, dejándonos entrever con total claridad dónde y cómo a Paco, le acabaría picando a él también el gusanillo del periodismo. Sin embargo, si estos fueron sus primeros pasos, no cabe la menor duda de que fue en el periódico El Defensor de Granada donde Paco se embebería de la mismísima esencia del periodismo que le inculcaría Luis, su fundador.  Y es que pronto iba a nacer un nuevo “concepto” del periodista que encabezaría Luis acompañado de su joven hermano, al acudir en persona al lugar exacto donde ocurría el acontecimiento, como ocurrió con los damnificados del terremoto que asoló numerosos pueblos de la provincia: subidos en lo alto de un burro llevaron a cuestas alimentos, medicinas y ropa de abrigo: había nacido el reportero. Aquella faceta de moderno periodista, que a pesar de las largas y penosas condiciones de aquella época para realizar viajes, dada las escasas infraestructuras, se traslada al lugar de los hechos, iba a ser clave para Paco.
Pero la mente de Paco alberga otras preocupaciones, como nos lo cuenta su amigo M. Martínez Barrionuevo al describir a un joven “con cerebro chispeante reventando de savia”, y al acabar sus estudios de enseñanza segundaria se matricula en la universidad de Granada  con la firme intención de dedicarse a la abogacía.

Destaca la facilidad con la que va a llevar a cabo ese nuevo reto en armonía con su labor periodística y de cómo poco a poco se va a ir introduciendo en la redacción de El Defensor sin dejar de desarrollar su carrera de abogado. Se le asigna la crónica taurina del periódico, tarea que llevará a cabo asistiendo en primera línea a cuantas novilladas y corridas fueran necesarias, ofreciendo al lector los  momentos más emocionantes  y alabando el nacimiento de nuevos talentos.

Más adelante, habiendo demostrado su talento y cumpliendo con sus obligaciones estudiantiles, es nombrado redactor corresponsal ofreciéndole las facilidades que necesitaba para poder compaginar ambas ocupaciones. En efecto, siguiendo la misma dinámica que ha llevado hasta ahora, se desplaza hasta el lugar de los acontecimientos, pero esta vez con el firme propósito de relatar los juicios más sonados del momento.  Y ello hasta 1897 año en el que acabará su licenciatura y pasará a ejercer como abogado criminólogo, obligándole a dejar de lado este tipo de artículos.

Su talento como orador le llevará a representar a la prensa granadina en un meeting organizado a favor de la abolición del impuesto sobre el consumo en el que destacan sus palabras: “es un impuesto injusto por su desigualdad, por ser la contribución de la miseria al ser un impuesto que pesa sobre los artículos de primera necesidad”.

O durante una conferencia titulada, “Arte y Ornato” leída en el liceo en la que explica que las obras artísticas  “reflejan de manera clara el modo de ser presente y pasado” de los pueblos que las producen aludiendo a los cambios estéticos que acaecen en Granada (embovedado del Darro a su paso por la acera del casino). También avisa sobre las graves consecuencias  de “vaciar los edificios del centro urbano de sus habitantes, levantando en las zonas periféricas nuevas construcciones y apartándolos del núcleo de vida que es el centro de la capital” (Gran Vía).

Y finalmente perfila su discurso hallando soluciones como las que presenta en su sonada conferencia sobre el tema del regionalismo en la Cámara de Comercio. Las bases de su pensamiento regionalista radican en el paralelismo entre regionalismo y la lucha por el patrimonio. Está convencido de que cada pueblo, cada región debe guardar su identidad y que, componiendo “una fuerza política representativa de estos intereses” se generaría, grandes beneficios en vez de dejar que sea Madrid quien maneje y tome las decisiones. Opinión que comparte con su hermano, como lo relata el diario catalán Renaixensa en el que se describe una agradable tertulia de su colaborador en el Salón de El Defensor, donde se inició una conversación en torno a “un movimiento particular por Andalucía formando una región del sur este de España”.

Pero aquel don de elocuencia no iba a ser el único de Paco, pues sabe perfectamente plasmar en el papel cada palabra que sale de su boca. Por ello no nos debe extrañar  ver nacer  una entrañable amistad entre Ángel Ganivet y Paco, a pesar de tener entre ellos una diferencia de 5 años de edad (siendo Paco el menor), que  congeniaron de manera casi inmediata en sus primeras clases en el instituto, todo ello basado en una  admiración mutua. Su sensibilidad literaria no sólo se encontraría a sus anchas entre las amistades de su hermano mayor, sino que él mismo llegaría a formar parte del grupo de los selectos literatos y artistas que reunía la Granada de fin de siglo.  

Colabora con el erudito granadino Valladar en su revista “La Alhambra” escribiendo artículos literarios como “El Zambombero ambulante”, “el asalto de los Guajares”, o sobre costumbres granadinas: “El día de San Antón”. Y no olvidemos recalcar la presencia de su pluma en El Defensor bajo su nuevo seudónimo Don Pascual, con el que firmaría críticas teatrales a las que finalmente seguirían numerosos artículos de misma índole que los que iba publicando en La Alhambra.

Paco fue adquiriendo tal notoriedad que ocupó al igual que Luis, un sitio relevante en la sociedad granadina. Será nombrado socio honorario de El liceo, socio corresponsal de la Real Sociedad cordobesa de los Amigos del País, y, de la Sociedad de El Fomento de las artes.

Gran amigo de sus amigos se lanza en la escritura de dos prólogos:

 El primero, el que  le confía Afán de Ribera para su libro “entre Beiro y Dauro”  en el que cuenta como el autor ha conseguido mantener un núcleo de literatos a su alrededor a modo de la antigua cuerda granadina en la que tuvo  parte formando “un refugio de la musa granadina” que se quedó huérfana al irse los componentes de su cuerda a buscar el éxito a Madrid. Paco explica de forma admirable como Afán de Ribera se mantuvo fiel a Granada careciendo de ambición madrileña en “esta Granada tan original y poética, que va desapareciendo empujada por las brutales exigencias de lo que hemos dado en llamar progreso, de esta granada que habría de quedar entre las sombras del tiempo para los granadinos del porvenir, sin la meritísima labor de nuestro insigne y genial poeta”.

El segundo,  a título póstumo, de “El escultor de su alma” de Ángel Ganivet, será desgraciadamente el último trabajo de Paco. Nos cuenta como en las cortas estancias veraniegas de Ángel, puesto que ya no vivía en Granada, se organizaban tertulias en el Centro Artístico o en el Salón de El Defensor  en cuyos encuentros los entonces amigos que formaban la Cofradía del Avellano se nutrían de sus palabras como agua de mayo. Nos envuelve en ese ambiente y nos hace entender el desarrollo filosófico del pensamiento de Ganivet hasta situar al hombre dentro de su obra. Realiza un estudio profundo hilando su vida a su obra y de cómo a través de su estancia en el extranjero analiza con claridad, la situación de España y concretamente de Granada dentro de la nación. Concluye con estas palabras “estudió para su patria y para el honor de su patria como obrero incansable”.

Con toda probabilidad a Paco le anima las palabras que le escribe su amigo Ángel Ganivet en una de las cartas que publico Luis Seco de Lucena Paredes en su trabajo titulado Juicio de Ángel Ganivet sobre su obra literaria en la que dice “Paco tu sabes que yo no te aconsejo que seas abogado, porque me gustaría que te dedicaras a cosas más altas”. Tal y  como lo demuestra su última faceta que no llegó a desarrollar, sorprendiéndole la muerte, vistiendo una espantosa enfermedad que lo mataría después de una penosa agonía, la de político. En el artículo en el que juzga el prólogo del libro titulado El Instituto del trabajo, escrito por José Canalejas, se dibuja la lenta maduración de su pensamiento político, del que destacan estas palabras: “el ansia vehementísima de mejoramiento de los obreros”, y este análisis: por una parte las reivindicaciones del proletariado (separada en dos troncos: socialismo y anarquismo) y por otra parte, el campo de las ideas (intervencionismo y abstencionismo laisser faire laisser passer).


Desgraciadamente en octubre de 1904,  Paco nos deja a la edad de 34 años. Luis se queda sin su hermano pequeño y sin la voz de su periódico. Dijo Paco hablando de su amigo Ángel Ganivet: “Surgió en nuestra capital una especie de renacimiento que murió en flor”, palabras que encuentran reflejo también en él.

LUIS SECO DE LUCENA ESCALADA – Periodista y escritor


Los SECO DE LUCENA   (1) publicado en Jornadas de novelas históricas en Granada
http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.com.es/2015/11/los-seco-de-lucena-1.html




Luis Seco de Lucena Escalada no era granadino de nacimiento, nació en Tarifa y llegó a Granada allá por el año 1877, tenía entonces 20 años. Ilustre desconocido, pues contaba con un par de contactos, le precedía al menos una reputación de periodista forjada en el diario El Universal de Sevilla del cual fue director interino, pero lo que destacaba sobre todo de aquel joven era su “don de gentes”. Gaditano, empezaba sus frases a menudo por un simpático “ustedes vosotros” que destacaba en aquella Granada cerrada, atrapada en el tiempo y alejada de la capital tanto por situación geográfica como por la falta absoluta de una red de transporte por entonces balbuciente. Pasó sus tres primeros años en Granada estudiando, en la facultad de filosofía y letras, queriendo dedicar la mayor parte de su tiempo a sacarse esta carrera que terminó con éxito en 1878 con la calificación de sobresaliente y premio extraordinario. Paralelamente, recuperó la senda que había seguido hasta entonces aceptando dirigir las hojas de los lunes de La Lealtad fundando poco más tarde asociándose con Francisco Reyes, el Universal.

Pero a Luis le encanta la literatura, la poesía, la pintura, el dibujo, y sus ojos se embelesan con cada rincón de la ciudad, se pasea cuesta arriba, cuesta abajo, y finalmente se pierde en la Alhambra. En sus ratos libres, se embebe de la grandeza y de las bellezas de Granada, y decide divulgar sus secretos, que para él residen tanto en sus monumentos como en su gente. Por ello, afligido por el abandono que sufren los palacios nazaríes, decide publicar en 1878 “Poesías y pensamientos del álbum de la Alhambra” en la que recopila unos cuantos de los cuantiosos versos que dejaron plasmado los visitantes. En el prólogo, escrito por él, describe su situación: “hoy por todas partes es desolación y ruina. La yedra y las enredaderas silvestres brotan en los quebrados torreones….” 

Durante los dos años que estuvo a la cabeza de El Universal, Luis se dedica a denunciar los problemas sobre salubridad pública haciendo hincapié por ejemplo en la necesidad de alejar del centro aquellos negocios como las fábricas de cola, que se obtenía a través de los pellejos de animales, o la libre circulación de los cerdos por la capital. Todo aquello pone al diario en una situación incómoda ante el ayuntamiento y finalmente Luis decide abandonarlo por lo que considera “diferencias de apreciaciones de puntos fundamentales” con su otro socio.

De esta experiencia Luis sale fortalecido en su convencimiento de que es necesario para Granada, resolver con la ayuda de un periódico independiente, todos los temas pendientes y que le impiden renovarse. Pero lo que no podía imaginarse, es que pronto se cruzaría en el camino del rico industrial José Genaro Villanova que, después de una larga y amistosa conversación, decidiría unirse al proyecto de Luis ofreciéndole financiación ilimitada con la única condición de que ese nuevo diario se llamara El Defensor de Granada.

En octubre de 1880 sale a la calle El Defensor periódico que iba a revolucionar no sólo la forma  de practicar el periodismo, yendo allá donde se encontraba la noticia, sino que también impondría un ritmo nuevo en la difusión de las noticias con la incorporación del telégrafo a la redacción. Describe el periodista Juan Enrique Gómez a Luis como a “un hombre al que se podía acudir en cualquier momento….un hombre para quien la libertad de expresión, de información se alzaba por encima de ideas políticas y convencionalismos”.

No tardó Luis en hacerse con el corazón de los granadinos: en 1885, se redacta un documento solicitando que se le declarara hijo adoptivo de la ciudad…aunque hubo que esperar hasta 1892. Aquello lo conmovió y tal vez no fuera sólo coincidencia que el mismo año Luis pensó que había llegado el momento para  El Defensor, de ocupar un lugar estratégico ubicando sus nuevas oficinas en la céntrica calle de Reyes Católicos, justo al lado del ayuntamiento.

Para convencerse de la importancia que alcanzó El Defensor basta con conectarse a la hemeroteca del museo de la Casa de los Tiros y ojear sus páginas. Durante años denunció a través de las páginas de su periódico, el exceso de pobreza, la falta de oportunidades, la somnolencia y anemia económica de Granada, evitando la discordia ante todo aquello que consideraba que pudiera atraer mejoras para el conjunto de la población.   Sin dudar en usar siempre y cuando fuera necesario para ayudar a quien se dirigiera a él, tanto por falta de trabajo o  determinados objetivos laborales, económicos, sociales o artísticos, toma las riendas de un nuevo caballo de batalla que transformaría su vida y le dará la satisfacción de contribuir en el mantenimiento y promoción del patrimonio artístico de Granada. Nosotros destacaremos los puntos siguientes:

-          En sus primeros 6 meses  de vida El Defensor sufre 4 denuncias que le obligan incluso a suspender su publicación varios días.

-          Se posiciona incansablemente a favor de la clase obrera (será socio protector de la Sociedad centro unión obrera española) y reiteradamente denuncia los estragos del caciquismo en la provincia.

-          Aumenta paulatinamente la presencia de colaboradores en el conjunto del territorio español e incluso en el extranjero. Se posiciona como referente económico y cultural insertando artículos y revistas científicas, poéticas, agrícolas, comerciales, literarias, etc…

-          Sobresale su campaña a favor de los terribles terremotos que sufrió Granada y su provincia en 1884, extrapolando esta desdicha y buscando implicación de toda España.

-          El aviso que lanzó al ayuntamiento y a la población para intentar evitar  los estragos de la epidemia de cólera que finalmente se cebaría también con Granada.

-          Su labor diplomática en varias ocasiones  siendo interlocutor en nombre de grupos de obreros o labradores, como en Motril en el conflicto de la caña de azúcar, o en Chauchina en el conflicto entre el duque de Wellington y los labradores de la comarca, o en las Alpujarras denunciando los terribles abusos cometidos por la agencia tributaria, o bien en Madrid participando a las diversas comisiones formadas por el ayuntamiento en defensa de Granada como ciudad cultural y participando a las negociaciones en busca de cultivos alternativos como el cultivo del tabaco.

-          Criticaba públicamente, hasta provocar situaciones límites, la indiferencia y falta de actuación de los diputados a Cortes por la provincia de Granada.

-          Actuando como enlace diario en los acontecimientos de la guerra de Cuba llegando a ofrecer a sus lectores hasta 3 hojas de suplemento diario.

-          Creando un Salón de Bellas Artes en la primera planta de las instalaciones del periódico en el que se proponía ofrecer lugar para la divulgación de sus obras a los artistas granadinos (allí un sin fín de artistas como Larrocha, López Mezquita, Muñoz Lucena, Ruiz de Almodóvar, Rusiñol, Morcillo, Paquita Raya, etc…), convirtiéndose también en lugar de conciertos, con el habituado pianista Vidal y tertulias donde se reunían también  los amigos de La Cofradía del Avellano .

-          Pidiendo reiteradamente a través de multitud de artículos (fueron 41 a favor del ferrocarril a lo largo de los años 1882-83) las mejoras en las infraestructuras en los ferrocarriles o para el puerto de Motril.

Continuó esta infatigable dinámica hasta final del año 1907 año en el que vendió su diario a la Editorial madrileña encabezada por su amigo Miguel Moya. En el acuerdo destaca el puesto de director que de por vida se le concede, cargo que va a ocupar hasta su definitiva y contundente partida en 1915. Ya en 1910 se plantea dejar El Defensor, confiesa a sus amigos en sus cartas que no soportaba la dirección con cariz político y las decisiones a ciegas y tiránicas que se le imponen desde la Editorial. Las ventas bajan y la presión de la opinión pública granadina provoca serias dudas con la nueva forma de gestión que califica Luis de partidista y que le lleva a confiarle con gran tristeza a su amigo el marqués de Pórtago que el Defensor “ya no es lo que era” y que anda buscando otro sustento.

No por dejar la dirección de EL Defensor Luis guarda su pluma. En los años que siguen a su dimisión, acepta corresponsalías en El Día, en La Nación y en España Nueva, que buscan en él su imparcialidad y su talento. Sigue incansablemente promocionando las fiestas del Corpus,  editando el Programa Guía,  tarea que se había impuesto desde 1901. En ella ofrece no solo el programa oficial de los festejos, sino que también recoge una amplia propaganda de Granada con artículos dedicados a las líneas de tranvía, tradiciones granadinas, itinerarios, páginas literarias en la que reproduce textos de Ganivet, García Lorca…Siguió editándolo hasta 1941. 

Sigue durante varios años al frente, como Presidente, de la asociación de la prensa de Granada que fundó en 1912. Pero lo que de verdad va a llenar las horas vacías que ocupaban su antigua labor,  va a ser el reencuentro definitivo con lo que tantos años atrás le hizo decidirse a elegir como  morada a Granada, su belleza.

En 1919, es nombrado “Jefe de los Trabajos de Vulgarización de la Alhambra” puesto que ocuparía hasta su muerte en 1941. Libros, decenas de artículos, acompañamientos en visitas, cuadernillos traducidos a varios idiomas, abundante correspondencia, son la prueba de su incansable y arduo papel en este asunto. Sus campañas tienen eco en la prensa nacional como en el afamado diario ABC de su amigo de infancia Torcuato Luca de Tena que le ofrece ser su corresponsal en Granada, pero también traspasa las fronteras hasta Tetuán, Londres, Italia, Buenos Aires, Nueva York en colaboración con revistas y diarios tan prestigiosos como el Daily Graphic o La Prensa. Poco a poco llegó a ser para todo aquel que acudía a visitar la Alhambra la persona imprescindible recibiendo en sus muros y a menudo en su casa, a artistas, escritores, políticos y jefes de estado.

En 1920, es nombrado “Correspondiente de la Real Academia de Bellas Ares de San Fernando” y en 1924 Delegado Regio de Bellas Artes de la provincia de Granada. En esta ocasión dispone de un enlace directo con el que fue ministro de instrucción pública y de bellas artes, Alfonso Pérez Nieva con el que mantenía una antigua relación amistosa basada en su calidad de literato. Lleno de ilusión toma las riendas de este nuevo desafío encargándose de resolver una serie de problemas que amenazan al patrimonio de la ciudad. Sin medir las consecuencias, levanta la liebre sobre un proyecto que contempla la destrucción del Corral del carbón y el levantamiento en su lugar de un bloque de 6 pisos. Recibe advertencias de un amigo que le aconseja evitar toda clase de publicidad en este asunto porque le podría ser  perjudicial. Pero decide desoír tal consejo y sin perder tiempo se  pone en contacto con los ayuntamientos de Nuremberg, Brujas, Toledo, Segovia con el fin de solicitarles las ordenanzas municipales que rigen en aquellos municipios con respecto a todo lo que  trata la protección de los monumentos artísticos. Con esta información en sus manos pide que se proteja de la destrucción dicha propiedad privada argumentando la necesidad de que se le declare monumento artístico de interés. En esta época,  Granada está rebosante aun de casas moriscas en manos de intereses particulares que las desmiembran vendiendo en alto precio sus tesoros. Aún entendiendo que cada cual pueda hacer lo que quiera con lo que le pertenece,  Luis propugna por una regulación que determine el marco de explotación y que impusiera, por ejemplo, que se quedaran al menos en territorio español los elementos representativos del arte, en este caso morisco. El 5/06/1925, se publica la R.O. sobre la conservación de monumentos artísticos de propiedad particular que va a regular la situación con el Corral del carbón.

Conocedor del poder de la prensa escribe varios artículos unos denunciando el estado lamentable en el que se encuentra el Patio del Harem y la Galería de Machuca, otros sobre las obras de consolidación que deben de ser una prioridad para hacer frente al deterioro de El Bañuelo.

Sus artículos llegan a tener repercusión internacional. Así, La Publicidad difunde la siguiente noticia  “Granada en el extranjero”. El diario Le Parisien se hace eco de la situación en nuestra tierra ofreciendo un paralelismo entre Saint Germain de l’Auxerrois y el artículo publicado por Luis titulado “la piqueta demoledora”.

Pero lo que guardará Luis de aquellas gestiones será la satisfacción, como siempre,  de tener el reconocimiento de los granadinos a su labor, esta vez concretado en la merienda organizada por los vecinos del barrio de San Gil y San Pedro en homenaje a su labor de protección de Granada artística.

Nos dejará antes de marcharse un libro en el que agrupará todos sus estudios sobre el conjunto nazarí titulado “La Alhambra como fue y como es”. Pero también editará y escribirá la “Guía breve de Granada” que conseguirá traducir para el viajero inglés, y posteriormente una “Guía de Granada” en varios ediciones unas de bolsillo y otras más lujosas.


Murió en diciembre de 1941, después de llorar el asesinato de su amigo y ultimo director de El Defensor, Constantino Ruiz Carnero, y oír los gritos y susurros de los que presenciaron el incendio voluntario del que fue su periódico. 

Don Luis y Constancio




Mientras caminaba por las calles, don Luis allá por los años 30, nunca dejaba a nadie sin saludar. Costumbres de otros tiempos, a las que se le contestaba con un formal y sonriente Buenas tardes don Luis. Siempre ataviado con su sombrero y su pardessus, que tras los años había tomado un color indefinido, morado en el recuerdo de su nieta, su pequeña silueta no dejaba indiferente a los que la cruzaba. Algunos se fijaban es su indumentaria, otros en su mirada, y este encuentro a veces fortuito y otras programado, le suponía al día siguiente unas cuantas líneas en la prensa que reproducían la impresión causada por ese momento.

Contaba ya con más de 70 años y numerosos amigos tenía el antiguo jefe y director del Defensor, pero también como es normal, unos cuantos detractores. Admirado por unos y considerado viejo romántico por otros mucho más jóvenes que el, no dejaba indiferente a nadie. Por ello, son numerosas las alusiones que se le hacía, periodistas, poetas, escritores, políticos, etc..., encontraban alguna manera de colar a don Luis en su trabajo. Hoy es del trabajo de Constancio que hablaremos. 


Aquel hombre del que se han escrito ya varias páginas, compartía con don Luis una entrañable amistad que había nacido por amor al periodismo. Muy diferentes eran, pero se respetaban y se querían, y es que a pesar de pertenecer a generaciones alejadas, el vínculo de la prensa los unía. Constancio fue el último director de El Defensor, y en aquella locura que sumergió a tantos en la desesperación, Constancio fue asesinado. Su legado es inmenso y no por ser su figura política, sino por su pluma que a través de sus Siluetas del día hacían sonreír a más de uno y enloquecer de rabia a otros cuantos. El paso del tiempo nos ha dejado recopilado aquellos encuentros con los personajes más relevantes de la época, o con visiones distintas de situaciones complicadas, gracias a nuestra inmensa sabiduría, ya posados y sin amargura, podemos complacernos es su lectura. 


Más de una de sus Siluetas le dedicó a don Luis. Hoy os dejo esta que también nos recuerda a otro olvidado, Salvador González Anaya, que dejó escrito desde su lejanía, un libro sobre Granada y los granadinos: La oración de la tarde.


Por cierto, ¿ y de qué trataba esa asociación de la que formaba parte nuestro amigo Natalio Rivas? Pues nos explica González Anaya en su libro, como se repartían los cargos. Contaba aquella asociación con 20 socios o cofrades y 4 cargos:


1- El Cardingo, asume la autoridad
2- El Prior, sucedáneo de la persona que lo ejerce
3- El Camarlengo, vigila todos los cuidados caseros
4- El Canciller o secretario.

Peculiaridades: la denominada "Incubadora" cuyo Salón se sitúa en el Casino.